jueves, 16 de julio de 2015

Orquídeas a la luz de la luna

La memoria. Ese artilugio casi mágico a través del cual el presente se puede convertir en una evocación del pasado. Estamos hechos de recuerdos y experiencias pasadas que nos moldean como el agua le da forma a las piedras del río. Llevamos colgadas las medallas de las batallas pasadas; las cicatrices de las derrotas, y así vamos formando eso que somos mientras, en el mismo sentido, construimos lo que los demás ven de nosotros.
En Orquídeas a la luz de la luna Carlos Fuentes trata el tema de la memoria a partir de dos grandes figuras del cine mexicano: María Félix y Dolores del Río. Retratándolas ya en el ocaso de su vida y su carrera, en un "Venecia" ficticio que tiene la ilusión del nombre de la ciudad italiana pero en realidad se trata de un suburbio californiano.
Se trata de un texto dramático, una obra de teatro, por lo tanto los niveles de realidad otorgan la posibilidad del juego. En el escenario los actores representan ser otro, adoptan el papel de un personaje. Lo mismo en Orquídeas a la luz de la luna tanto María y Dolores juegan a ser ellas y ser otras, se preguntan cuál es su verdadero lugar en una historia en donde las cosas ya no duran más de cinco minutos y todo es tan fugaz como su estadía al interior de la pantalla.
Dolores del Río
El catalizador llega cuando un fan de Dolores se presenta en la puerta con un ramo de flores para la actriz. Comienza el remolino de recuerdos de los tiempos pasados en donde, a raíz de su extraordinaria belleza, estas dos mujeres eran el centro de atención de todo tipo de hombres: desde los que a duras penas tenían para la entrada al cine hasta los más poderosos que podían mandarle rosas en jet privado.
El fan se suma a este juego meta-teatral en donde los actores están representando a personajes que representan personajes a su vez, en un ir y venir entre los pormenores de la carrera artística de las dos divas que a su vez es un repaso por su historia personal, sus amores, sus desplantes, su añoranza infinita ante la cual el siguiente paso es la muerte y, tal vez, el olvido. La sola idea de un final en donde los créditos sean recibidos por una sala de cine vacía puede matar a cualquier artista.
María Félix
La obra fue pensada para que los papeles fueran representados por las divas y si no por dos actores varones, vestidos de mujer y maquillados. Esto suma otro nivel de realidad a los múltiples que ya habitan el texto y también fue razón suficiente para que, en vida, María Félix y Dolores del Río se disgustaran y se negaran a hablar públicamente de ella al igual que decidieran romper la relación de amistad que sostenían con el autor. Tal vez se vieran reflejadas en un espejo marchito, resquebrajado, poblado por fantasmas que sólo habitan en lo más recóndito de la memoria y donde (tal vez) deberían quedarse enterrados para siempre.
El temor al olvido. Eso es lo que alimenta a la memoria y nuestro afán a pertenecer a ella como un cuerpo colectivo que perpetuará nuestra vida una vez muertos.
Montaje de Orquídeas a la luz de la luna
por parte del grupo "aguijón teatro"


FUENTES, C. (1982). Orquídeas a la luz de la luna.. Barcelona: Seix Barral.

1 comentario:

  1. Me gusta la forma en que escribes, nunca tuve el gusto de escuchar y leer sobre este libro pero lo que transmites suena interesante y sobre todo la frase “El temor al olvido” y es que muchos tal vez nos identificamos con ella. Y la noticia del periódico El Universal, me deja sin palabras pero con las ganas de leer el libro. Fue un placer leer tu post y buena suerte. :)

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