El cantar de los nibelungos

La venganza. Ese plato frío que se disfruta lentamente; cómplice de las más hondas tragedias y catalizador de locuras incomparables. El Cantar de los Nibelungos (Porrúa, 2008) es un claro ejemplo de lo que puede lograr la búsqueda de la venganza a todo costo: el regocijo de uno (aquel que comete la venganza) frente a la desdicha de todos los demás (en este caso los Nibelungos).

Como parte del patrimonio documental de la humanidad este poema épico de autor anónimo encierra una gran belleza a la par de contar una historia de inmensas proporciones. No sólo nos habla del amor entre Sigfried y Kriemhild, el asesinato del primero y la posterior venganza a manos de su esposa: nos cuenta la historia, usos y costumbres del pueblo de los Nibelungos y su declive a manos de los Hunos. El vasallaje, la caballería, el honor y los juramentos son temas que permean fuertemente la obra y crean un ambiente único, casi fantástico, que realza el texto y nos transporta a una época de héroes, cazadores de dragones, reyes y grandes batallas.

El hecho de ser un "cantar" implica que la historia se cantaba o recitaba popularmente de aldea en aldea, sufriendo modificaciones inevitables en el proceso por lo que se adivina que existe una sonoridad en el texto original que desafortunadamente se pierde forzosamente en las traducciones. 

Muchos artistas se han visto tocados por la trágica historia de los Nibelungos y la cadena de traiciones, ajustes de cuenta y venganzas que llevaron a su fin a manos de los Hunos. Entre ellos Richard Wagner compuso una ópera tomando la historia original y agregándole el sonido tan épico y lleno de momentos de exaltación que son característicos en la música del autor alemán. 

Este texto junto a otros como La Odisea, La Iliada, El Mahabharata o El Popol Vuh nos ayudan a entender a las culturas que habitaron este mundo antes que nosotros: su manera de ver la vida a través de las historias que se contaban (a través de sus héroes, sus mitos y sus tragedias) es mucho más viva en la literatura, por más elementos ficticios que ésta posea, que en la historia formal en donde se encuentra desprovista de todos estos elementos cuasi mágicos y así la imagen del hombre queda reducida a la mortalidad y fugacidad de la vida humana, siendo algo mucho más complejo que solamente eso.

El Cantar de los Nibelungos. Ciudad De México: Porrúa, 2008